NavidaTEAndo (parte 2)

 Después de la finalización de este periodo vacacional, hemos aprendido muchas cosas.

La navidad se ha vivido este año de modo más intenso y más fuerte. Cada día importante, o sólo era una fiesta, sino que también era un día para recordar lo afortunados que somos. Y a pesar de la lucha diaria por no poder hacer lo que antes de esta pandemia hubiéramos hecho, y tenernos que quedar más de una vez resguardados en casa, ha sido emocionante ver sus caras llenas de ilusión y amor.


Aún recuerdo la emoción que sintieron al echar su carta al buzón de los Reyes Magos, o cuando le hicieron un vídeo diciéndoles lo que querían pedir. Y a pesar de muchos de los días no entender lo que pasaba, ni en qué día vivían, a pesar de haber hecho un break con las terapias, a pesar de todos los días ser diferentes, lograron tener una ilusión y una inocencia increíble. Agradecidos con cualquier detalle que les dejaron sus majestades, agradecidos por poder jugar en familia a juegos como el dominó de frutas o de los minions, agradecidos por poder cantar y bailar con mamá y papá.

En todo este tiempo me di cuenta lo felices que son estos niños, y lo mucho que tenemos que aprender de ellos. Ellos son capaces de fijarse en las cosas que para nosotros son insignificantes, son capaces de ver más allá, dónde la razón y la lógica no son capaces de llegar. Que lejos estamos nosotros de todo ello. Nuestra mente siempre dispuesta a ir corriendo, pero los que tenemos niños con este tipo de transtorno, sabemos que el tiempo va de forma diferente.


Una vez se fue la magia de la Navidad y había que regresar a la rutina, los sentimientos de mis pequeñines se han encontrado, sólo querían que volviera ese momento de estar en casa, y disfrutar de los juegos y la música con nosotros.


Ojalá, todos se puedan dar cuenta del gran tesoro que es tener a estos pequeños en nuestra vida. Es sin duda un regalo que hay que cuidar y sostener, porque es frágil y a la vez fuerte.

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